viernes, 13 de febrero de 2015

Amados, amad

Efesios 5:1-2  Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. 
Cantares 7:10  Yo soy de mi amado, y conmigo tiene su contentamiento.

Cuando nosotros nos deleitamos en el Señor, él también se deleita en nosotros y esto es así porque Dios se regocija en que nosotros pensemos, sintamos y hagamos lo correcto. ¿Y qué es lo correcto? Valorar lo más valioso, apreciar lo más precioso y expresar este entendimiento en cada acto (1Co 16:14 _Todas vuestras cosas sean hechas con amor).

Abandonemos la idea de que el amor es un mero sentimiento, porque eso insulta a Dios. Dios es amor. Claramente para Jesús el amor era más que un sentir, era una forma de vida; él andaba en amor y el amor daba lugar a y emanaba de todo lo que hacía, "así que el cumplimiento de la ley es el amor" (Rom 13:10)Por eso en Jesús se cumplía la palabra que dice: "El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio de mi corazón" (Sal 40:8). El amor en la Biblia es una cuestión moral y no solo de sentimientos, envuelve decisiones del corazón e implica la mente y la voluntad, no solo nuestras emociones (Mar_12:30  Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas). El amor brota de un corazón agradecido a Dios y que se deleita en Él. De este modo, el que ama persigue siempre lo que agrada y glorifica a la única fuente de su amor que es Dios y proyecta ese amor hacia el prójimo buscando de forma activa su bien. Al prójimo sólo se le ama verdaderamente cuando Dios es la fuente, cuando él es nuestro supremo bien. Por eso fuera del amor de Dios que es en Cristo solo es posible la idolatría. Nosotros cavamos cisternas rotas que no retienen agua cuando dejamos nuestro primer amor y vagamos buscando en otros lo que sólo Dios nos puede dar. 

Por otra parte, el amor es lo que hace que el yugo de la ley sea fácil y ligera su carga, porque en todo momento tenemos el amparo, la fortaleza y el consuelo del Cristo resucitado, sabiendo que mayor es su gracia que nuestra debilidad y pecado. Cuando se ama, nuestro corazón, nuestra alma y nuestra mente descansan en Aquel del que fluye el amor, el cual es espiritual y no carnal. El amor no se parece a un impulso involuntario ni a una chispa que se enciende repentinamente ni a un fuego que nos consume, porque el amor posee dominio propio y viene a nosotros suavemente como una lluvia que refresca, empapa la tierra y produce su fruto (no como algo que consume, sino como algo que limpia y purifica). El amor no busca lo suyo y anhela servir, por eso el que ama siempre ve su deseo cumplido, pero al que no ama sus deseos le consumen. El amor no hace nada indebido. El amor es como un bálsamo que cura, como ungüento derramado cuyo aroma lo impregna todo, dulce, suave y apacible. Se podría decir que todo lo que el amor toca lo transforma. El amor hace nuestras vidas más gustosas y agradables de vivir porque es benigno, no hace daño a nadie y cubre las faltas que son hechas contra nosotros. El amor es como una flecha que conquista y como un escudo que protege, por eso gana todas las batallas. El amor no teme nada ni te hace sentir vulnerable; el amor es fuerte como la muerte (Cnt 8:6); todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor fue lo que impulsó a Jesús a dar su vida por personas que no merecían nada cuando estaban muertas en sus delitos y pecados. El amor nunca deja de ser.

A veces escucho decir que hay gente por la que no vale la pena luchar o perder el tiempo y mis recuerdos me golpean, porque yo también fui una persona así, indigna del tiempo que Cristo colgó de ese madero, indigna de su amor tan grande. El cristiano no ha conocido otro amor sino aquel que es incondicional, entonces no adulteremos ni corrompamos el amor de Dios poniendo condiciones, sino pidamos la gracia que nos es necesaria para amar así. Ni por un momento caigamos en el error de que es más fácil amar si nos gusta la persona o nos cae bien, porque engañoso es el corazón más que todas las cosas y de él salen las pasiones desordenadas y todas las inmundicias, pero el amor viene de Dios. Podemos apasionarnos de una persona por lo que ella nos beneficia y satisface nuestros deseos egoístas, pero para AMAR a tal persona hace falta gracia y un corazón totalmente consagrado a nuestro amor Jesús.

“Pero el propósito de nuestra instrucción (nuestro mandamiento) es el amor nacido de un corazón puro, de una buena conciencia y de una fe sincera”, 1 Timoteo 1:5.

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